Del mismo modo al cauce hace el arroyo,
que tinta y pluma el trazo hace a la hoja,
el vaivén no, las olas, o el murmullo,
los que hablan son los surcos de las horas.
Con cada ola, a la fuerza, lentamente,
en cortos arcos sobre un pie, la pluma,
fascina la mirada de la gente,
sea agua transparente o tinta oscura.
Otra hoja más, otro afluente, un libro
tras página, tras página, tras página
hasta su muerte. Y la misma suerte,
otra ola más, un nuevo cuento, un río
más agua y más agua y más agua y más
hasta ahogar la mente. Dulce suicidio.