En la sopa turbia de los domingos cazan los niños sus fantasmas y mientras, aguarda el perro allá en la alfombra. Un cortejo célebre y autoritario desfila desde la mecedora, a ras de las baldosas sonriendo con soberana indiferencia a cuantos moran o transitan estos términos. Toca el reloj de péndulo la hora en un punto, recomponiendo en sólo un segundo pasado-presente-futuro. La melancólica docena de los justos.